lunes, 25 de agosto de 2008

Nuevo Laredo

Una migrante como yo, enfrenta constantemente el problema de no ser de ningún lugar. He vivido en Monterrey 19 de los 30 años que tengo, sin embargo, como la casa familiar está en Nuevo Laredo (la casa, no los padres), yo pienso y digo que soy de allá.
Para mí, Nuevo Laredo, es como un amor de la adolescencia: Mal logrado pero inolvidable. Quiero decir, no es la ciudad de mis anhelos y son nulas las amistades que ahí conservo, pero son muchos los recuerdos de ensueño gestados en su tierra de color naranja: Mis entrañables maestros de la secundaria, los primeros romances con la escritura, la peor temporada de depresión (misma de la que me sacó el Doctor Franco) la noticia de que Monty existía, los fines de semana en Laredo Texas, muchísimas tardes cantando con Andy en la computadora y demás y demás memorias vienen a mi mente cuando pienso en la ciudad.
Como en toda comunidad pequeña, la gente de Nuevo Laredo, magnifica los acontencimientos para convertirlos en sucesos. Ahí tienen como ejemplo, que los lugareños hacen una campaña para recolectar juguetes llamada jugueton's y hasta un timbre postal buscan emitir; que se espera con ansia la llegada del competidor olímpico Arturo Santos, que no ganó, pero es el primer neolaredense que va a unas olimpiadas y por ello merece un mega fiestón, con todo y la propuesta de ponerle su nombre a una calle. Un habitante de alguna ciudad grande verá eso como exageraciones o nimiedades, nosotros, los neolaredenses, no.
Sumo a mi listado, que mi única sobrina, quien además es mi ahijada e hija de mi hermana, nació ahí y que hace muchos años adopté un hermano mayor, con el que he vivido y aprendido demasiadas cosas. Un hermano cuya creatividad enorgullece a la ciudad y que por fin, fue reconocido como ganador de la bienal de arte de Nuevo Laredo. Con él he caminado bastantes kilometros. En nuestro trayecto ha habido cosas buenas y malas; unas las atesoramos y otras son tan pesadas que hemos decidido tirarlas, para hacer más ligero el viaje.
Jerry, aplaudo y celebro tu triunfo. Deseo que Dios (el tuyo, el mío o el de los demás) te regale muchos años de creación. Mil gracias por pintar mi vida de emociones y por tus imágenes que -ilustradas o platicadas- me han hecho pasar interminables horas de felicidad.

viernes, 15 de agosto de 2008

Nacionalismo

La nacionalidad es un vínculo social, cultural y espacial en el que influyen numerosos elementos que definen el escenario político y organizacional de un grupo determinado de personas. Hay naciones que no tienen territorio y hay territorios, como nuestro país, en donde los individuos generalmente olvidamos el significado de la palabra.
Alguna vez, en algún concurso de oratoria organizado con motivo de las fiestas patrias, alguien dijo que la patria estaba en la identificación que teníamos los mexicanos con ciertos personajes o acontecimientos. En aquel entonces estaban de moda los niños campeones del beisbol, por ello - mencionaba el orador- la nacionalidad brotaba en el orgullo de sabernos connacionales de tan prolíficos infantes.
En esta última semana, la Nación se ha manifestado en 2 acontecimientos distintos y significativos: El secuestro de Fernando Martí y la actuación de Arturo Santos Reyes (que nombre!) en las olimpiadas. Por un lado, el asesinato brutal del hijo menor de un empresario que vino de menos a más ha sido tema de conversación de todo mexicano, incluso de los que están fuera del país. Alejandro Martí, el padre, dió una conmovedora entrevista en la que convocó a la sociedad civil a exigir a los gobernantes mayor seguridad pública, hecho, que ha sido entendido como pena de muerte, fin al mal gobierno, investigación a policias corruptos y demás etcéteras que unifican a quienes nos sentimos victímas de tan tremendo crimen.
Por el lado deportivo, este joven (neolaredense!!!) que avanza hacia una medalla en el boxeo es el prototipo del mexicano que se esfuerza, triunfa, se la cree, se cae de la nube y vuelve a levantarse. Su actuación inyecta la esperanza de que las delegaciones olímpicas sirven para más cosas que para llevar de paseo a los directivos del deporte nacional.
¿Que pasará? probable y tristemente, nada. El tiempo será el mejor cronista de las consecuencias de estas demostraciones de unión. Sin embargo en tiempos de tanta individualidad, es una grata experiencia sentir la nacionalidad mexicana en cuestiones más significativas que la celebración del grito (acompañada de su tequilita con limón!)

miércoles, 13 de agosto de 2008

A propósito de las olimpiadas

Cuando era niña, mi mamá me dejó ser lo más que pudo. Checaba que hiciera la tarea, pero hasta ahí. Nunca me hizo ningún dibujito, ni me ayudó con las planas, ni me puso a repetir las tablas. Siempre me dijo que la escuela (con todos sus proyectos y deberes) era MI responsabilidad. Si llegaba, y no me quitaba el uniforme, sabía que al día siguiente estaría sucio, porque mi mamá solo lavaba cada tercer día. Si había una tarea con cosas que no tuviera en casa, tenia que avisarle después de comer, para que me diera dinero e ir SOLA a la papelería a comprar el material y así ad infinitum. Tenía compañeros que eran asistidos de la A a la Z por sus padres, pero ese no era mi caso. Mi impuntualidad se desarrolló desde la primaria, a la cual iba caminando, pues estaba cerca de mi casa y también, sabía que si llegaba tarde era MI culpa, y si me regresaban sería castigada, cosa que por cierto, nunca pasó. Así fue hasta llegar a la universidad. Mis padres fueron espectadores mientras que yo desarrollé mi guión, mis personajes y mi dirección escenica, como mejor entendí.

La semana pasada, leí en el periódico que ese tipo de padres (como mi mamá) afectan a sus hijos, pues al no participar en sus actividades, los hacen sentir solos e inseguros. El artículo decía que hubo un estudio no-sé-en-donde en el que se observó que aquellos niños que no eran ayudados por sus papás nunca lograban los primeros lugares en lo académico, ni desarrollaban carreras deportivas o artísticas espectaculares, sino que más bien, eran "segundones", buenos en todo, pero nada más.

No sé si a mí me faltó o no que mi mamá estuviera atrás de mí y que se peleara con las maestras para que sacara el primer lugar y fuera la abanderada o la reina de la primavera. Lo que sí me quedó muy claro, es que hay veces en que aunque uno haga su mayor esfuerzo, las cosas no suceden porque existe el misterioso e impredecible factor externo. ¿Será que eso es la inseguridad y en 30 años no me he dado cuenta? No me conformo con ser el segundo lugar, pero entiendo que serlo no tiene nada de malo ni de frustrante ¿O sí?

En fin, el 18 de agosto mis 2 hijas regresan a clases y Monty, la mayor, entrará a 1° de preescolar. Con tanta información me debato entre ser un tábalo y meterme en todo o dejar que sea ella quien -a prueba y error- descubra las causas y los efectos. Sea como sea, y muy a tono con la sede olímpica, vuelvo a confirmar que ser mamá "está en chino".