miércoles, 13 de agosto de 2008

A propósito de las olimpiadas

Cuando era niña, mi mamá me dejó ser lo más que pudo. Checaba que hiciera la tarea, pero hasta ahí. Nunca me hizo ningún dibujito, ni me ayudó con las planas, ni me puso a repetir las tablas. Siempre me dijo que la escuela (con todos sus proyectos y deberes) era MI responsabilidad. Si llegaba, y no me quitaba el uniforme, sabía que al día siguiente estaría sucio, porque mi mamá solo lavaba cada tercer día. Si había una tarea con cosas que no tuviera en casa, tenia que avisarle después de comer, para que me diera dinero e ir SOLA a la papelería a comprar el material y así ad infinitum. Tenía compañeros que eran asistidos de la A a la Z por sus padres, pero ese no era mi caso. Mi impuntualidad se desarrolló desde la primaria, a la cual iba caminando, pues estaba cerca de mi casa y también, sabía que si llegaba tarde era MI culpa, y si me regresaban sería castigada, cosa que por cierto, nunca pasó. Así fue hasta llegar a la universidad. Mis padres fueron espectadores mientras que yo desarrollé mi guión, mis personajes y mi dirección escenica, como mejor entendí.

La semana pasada, leí en el periódico que ese tipo de padres (como mi mamá) afectan a sus hijos, pues al no participar en sus actividades, los hacen sentir solos e inseguros. El artículo decía que hubo un estudio no-sé-en-donde en el que se observó que aquellos niños que no eran ayudados por sus papás nunca lograban los primeros lugares en lo académico, ni desarrollaban carreras deportivas o artísticas espectaculares, sino que más bien, eran "segundones", buenos en todo, pero nada más.

No sé si a mí me faltó o no que mi mamá estuviera atrás de mí y que se peleara con las maestras para que sacara el primer lugar y fuera la abanderada o la reina de la primavera. Lo que sí me quedó muy claro, es que hay veces en que aunque uno haga su mayor esfuerzo, las cosas no suceden porque existe el misterioso e impredecible factor externo. ¿Será que eso es la inseguridad y en 30 años no me he dado cuenta? No me conformo con ser el segundo lugar, pero entiendo que serlo no tiene nada de malo ni de frustrante ¿O sí?

En fin, el 18 de agosto mis 2 hijas regresan a clases y Monty, la mayor, entrará a 1° de preescolar. Con tanta información me debato entre ser un tábalo y meterme en todo o dejar que sea ella quien -a prueba y error- descubra las causas y los efectos. Sea como sea, y muy a tono con la sede olímpica, vuelvo a confirmar que ser mamá "está en chino".

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