sábado, 9 de febrero de 2013

La boda de mi amiga



El fin de semana se casó Claudia, mi amiga casi hermana. La uvita, como le he dicho durante los últimos años, es una de las personas que más amo. Hace 10 años Dios nos bendijo con una amistad líndisima. En los peores momentos de mi vida, cuando solo comía zanahorias y gelatinas con la lechera, ella estaba ahí, un poco porque vivíamos en la misma casa y otro poco porque es un ser humano maravilloso que no soporta ver sufrir a la gente que le rodea. No sé si esa depresión tan estúpida pudo evitarse, pero estoy segura de que las cosas hubieran sido más díficiles sin ella cerca.
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En 1999, fui su testigo en un enlace furtivo, celebrado en la oficialía del Registro Civil, con un oficial medio borracho y 6 asistentes. Clau se puso un vestidito que se compró en Liverpool 2 días antes. No hubo fotos ni fiesta. Al terminar fuimos a la casa y comimos fritos. Los veintes son una edad muy rosita, aunque haya personas punketas que inisistan en demostrar lo contrario. Uno sueña que el mundo le pertenece y que basta cerrar los ojos para que se materialicen los deseos. ¡Error! No pasaron ni treinta días cuando unas pendejas con las que vivíamos la situaron en la responsabilidad que se había echado. Una tarde de fin de año, sacaron sus cosas a la calle y la corrieron de la casa, de una manera humillante. A mí no me corrieron, pero se dedicaron a hacerme la vida de cuadritos durante los siguientes 6 meses. Clau se fue con su esposo, y a partir de ahí comenzó una vida de enfrentamientos y luchas, con muchas carencias y privaciones. Aprendió mucho, tuvo un hijo ¡sin anestesia! y renació como ave fénix. La edad le sentó bien y la convirtió en una mujer bella, fuerte y asertiva.
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Este sábado pasado nuevamente atestigué su boda. La escena fue tan difierente, que es difícil creer que actuamos la misma novia y la misma testigo de la ceremonia anterior. Clau se veía radiante, su matrimonio no era un escape, sino un comienzo. Su cara reflejaba la alegría y el convencimiento de estar haciendo lo correcto y de estarse uniendo a la persona adecuada. Su vestido de novia era precioso y estaba acompañada por muchas personas, entre ellas, sus papás y su hijo. El día era luminoso y al terminar la misa acudimos a una fiesta donde corrieron ríos de whisky. Ella y su esposo brindaron por su felicidad, bailaron, se besaron y rieron a carcajadas. Los asistentes fuimos arropados en un rincón cálido y amoroso.
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La edad nos regala un traje bordado con conocimiento y experiencia. Creo que el secreto es aprender a usarlo. Clau se ha cosido uno de material resistente como el acero y caída suave como la seda. Lo adorna con su permanente sonrisa de niña y su mirada que inquieta, cuestiona, cambia los mundos y retroalimenta.

De fantasmas y puntos


Tengo amigos con unos Blogs padrísimos. Secretamente envidio su creatividad y dinamismo para renovarlos. No es mi caso, y pido disculpas por ello. Creo que me afectó muchísimo el no ir al kínder. Estoy medio estúpida con el manejo de las tijeras, batallo para ubicar la izquierda y la derecha (relojito no te acabes) y soy un caso cuando de combinar colores se trata. ¡Sufro! A eso hay que agregar que debí haber nacido en la época de Benjamín Franklin porque las computadoras me estresan. Sirvan mis argumentos para explicar el regreso a la platilla punteada. La otra era trés chic, pero me hacía sentir ajena, no sé si me explique, el caso es que espantaba mi redacción. Parecía el espacio de otro y a mi no me gusta invadir ni que me invadan. El tiempo pasó -como suele suceder- y a mí se me fue octubre sin postear acerca de Gerry Conlon y el terrible error de la justicia inglesa. ¡Sí! los miscarriages existen, y no solo en nuestra nación jota.
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He pensado mucho en los fantasmas. No en los que hacen ¡Bu! sino en los que abruman y fastidian la existencia, por ejemplo, un sueño no cumplido, la partida de un ser querido o la actuación de alguna figura de autoridad, entre muchos otros. Soy un ser habitado por fantasmas. Hace algunos años fuí a terapia psiquiátrica y aprendí a sobrellevarlos. Creo que tras la terapia, los fantasmas pasan largas temporadas dormidos, hasta que un día ¡PUM! salen a la superficie y me confrontan.
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Este octubre 2009 me remití a mi infancia. No voy a desacreditar a mi mamá, pues ella siempre hizo lo que pudo por mi bienestar, pero sé que en aras de que tuviera una vida cómoda, me sugirió tomar desiciones que bifurcaron mi camino. Una de esas, tal vez la más trascendental, fue la académica. Estando en cuarto grado, descubrí que existía el Museo Nacional de Antropología e Historia y quise trabajar en él. La maestra me explicó que ahí estaban los mejores arqueólogos y que esos tipos se dedicaban a buscar vestigios de las civilizaciones pasadas. Le platiqué a mi madre, y ella, pensando que era muy pequeña, me dijo: Ya casi todo está descubierto y los aqueólogos y antropólogos no tienen mucho que hacer... si estudias algo así, con suerte terminarás barriendo las salas del museo. Fin de la cita, principio de la autoimposición. ¿Su proyección era certera? No he querido averiguarlo y vedé el tema, por eso no conozco el museo (a pesar de que he ido bastantes veces al DF) A fin de cuentas creo que mi pasión siempre fue investigar y me pagan por hacerlo, así que no debo quejarme. Tengo una cedúlita profesional de color verde en donde dice que soy Licenciada en Derecho y la abogacía me ha abierto muchas puertas, además de que me ha permitido conocer personas invaluables. El fantasma primarioso se empeña en hacerme creer que me falta algo y ese sentimiento de vacío a veces me deprime. Fin de la regresión ¿O continuación del autoconvencimiento?
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No sé si los fantasmas se hereden y me aterra la idea de traspasarle algunos a mis hijas. Ambas me caen re-bien y no quiero que frustren sus planes antes de iniciarlos. Mis posibilidades son otras, pues yo trabajo y mi mamá no lo hacía. ¡Pero! (nunca faltan LOS pelos y los peros...) ¿Como diablos se eliminan las apariciones en las vidas de otros? ¡Menudo lío en el que nos metimos los que decidimos ser padres! ¡Sobre todo si somos clavados y analíticos como esta humilde servilleta! Mis intenciones son buenas y están, solo falta que -al más puro mexican style- jalen...

El Gol de Obama

"Es como ganar un partido con un gol que no es gol", me dijo alguna vez algún amigo. La frase refería la felicidad mermada por tener algo que a todas luces es inmerecido o que se obtuvo en forma cuestionable. No sé nada de futbol, pero recordé esas palabras muchos minutos después de leer que el 9 de octubre del 2009, Barack Obama ganó el Premio Nobel de la Paz.
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Entre que leí y razoné, experimenté incredulidad, coraje y desilusión (en ese orden) ¿Obama? ¿Que ha hecho Obama? Creo que solo sabe hablar bonito. ¡Corrijo! Creo que es un gran conciliador que habla, viste y sonríe bonito, a quien la mayoría de las mujeres encuentra sexy. Tiene el enorme mérito de ser el primer african-american en ganar la presidencia de la otrora Nación más poderosa del Orbe ¿y? Nada más. Anhelar, comprometerse y luchar no son sinónimos ni palabras en secuencia, sin embargo, poco importan las letras cuando es la suerte quien define la jugada.
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El jurado y más de una docena de coincidentes, fundamentan la distinción en que Obama "... Ha creado un clima nuevo para la política internacional, ha contribuido en la visión de un mundo sin armas nucleares, ha estimulado el desarme y las negociaciones para el control de armamento y ha hecho que Estados Unidos desempeñe un papel más constructivo frente a los retos del cambio climático" Palabras más, palabras menos, el participio es al tiempo verbal lo que el calentamiento global a los asuntos preferidos por el Instituto Nobel.
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Ante el nombramiento, Obama repitió ¡una vez más! su fórmula de éxito. Salió a escena impecablemente vestido, sonrió y agradeció que le dieran un galardón que no merece y que solo acepta como aliciente para trabajar en pro de la paz mundial.
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El tiempo dará a Obama la oportunidad de reivindicar o descalificar su victoria. Esperemos que la historia enseñe a los miembros del Instituto Nobel el significado de la palabra reconocimiento para que no vuelvan a confundirse o que -de no ser eso posible- mínimo les acerque un buen amigo con quien ver muchos partidos de futbol. Tal vez así puedan comprender fácilmente la triste analogía de ganar con un gol que no es gol.