lunes, 22 de diciembre de 2008

Letras navideñas

Tenía 5 años cuando mi tía Socorro me regaló mi primer libro. Se llamaba El Gnomo de Nome y tenía una pasta con marco verde. Después leí Platero y yo, El principito, los cuentos de las mil y una noches, Caperucita, Pulgarcita y una larga lista que espero no concluír jamás.
Mi mamá y mis tías cuentan que desde los 3 años, aprendía de memoria los párrafos que me leían y después tomaba los libros y repetía los textos íntegros, página por página, palabra por palabra. Mi hija Monty hace lo mismo. Me pide que le lea un cuento una-diez-cincuenta veces para después tomarlo con sus manitas, sentarse en flor de loto, abrirlo y recitárselo a Mariana como si lo leyera. También dibuja líneas en papeles que encuentra y me los da: Ten mami, está es una invitación para una fiesta. Mira mami, te hice una tarjetita. Mami, está carta es para Paola, por favor guárdala. Le encanta que inventemos cuentos y abre más sus grandes ojos brillantes cuando nos escucha. Muchas veces me he preguntado como hacer que mis hijas desarrollen el gusto por la lectura. No es que quiera imponerles costumbres pero para mí, los libros han sido un puente con otros mundos. Leo, me descubro y también descubro cosas, lugares, personas, situaciones que me asombran y me llenan de vida. Así que, pensando en su futuro, decidí incluir un libro para cada una en el paquete Santaclosero. Con ello iniciaré la tradición de regalarles un libro cada navidad, además de los que les pueda comprar durante el año, que ojalá sean muchos, y que más ojalá, sean escogidos y exigidos por ellas. Ya sé que los padres no debemos ordenarles a los hijos que disfruten tal o cual actividad, pero ruego a Dios que por lo menos, puedan cargar en su memoria miles de letras que les ayuden a crear un refugio atemporal e ilimitado.

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