martes, 11 de agosto de 2009

Just my imagination (entre abogados te veas)

La semana antepasada, Edgar me invitó como oyente a una plática abogadosa. Su contraparte era Marthis, a quien también admiro y quiero profundamente. Los 3 compartimos clases en la escuela de Derecho hace más de 10 años, y después -como suele suceder- tomamos caminos diferentes. En nuestra amistad hemos tenido muchas coincidencias en las que hablamos de todo, menos de leyes, así que acepté acompañarlos. Me atraía la idea de verlos en acción. Sé que yo más que abogada, me he convertido en investigadora y que nunca, ni siquiera cuando fuí estudiante, ví al litigio como una forma de ganarme la vida.
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La charla empezó. Plantearon ciertas cuestiones procesales, narraron los hechos, comentaron la aplicación de la ley al caso concreto, contrapusieron diferentes puntos de vista e iniciaron el debate de ideas. Que si el juicio tal, o la diligencia tal, que si la vía ésta o aquella, que si el término y la doctrina. Yo escuchaba, baba en cara, viendo como mis amigos eran ¡y son! 2 abogados corporativos. Confieso que no tenía ni idea en muchas de las controversias que plantearon y que corroboré que el mundo legal también es una suma de cosas que no conozco. También recordé que uno de mis maestros abogados me dió 2 grandes enseñanzas: La primera: que la Asamblea de Accionistas es el órgano supremo de toda empresa y la segunda: Que hay que hablar con la cabeza, no con los pies, máxima que -dicho sea de paso- me ha servido más para cuestiones "vivenciales" que para asuntos jurídicos. Me remonté también a los días de escuela, en los que creía saberlo todo. Ni duda, las lecciones más asertivas nos las da el tiempo porque sútilmente acalla nuestro ego entelarañado y nos quita las vendas de los ojos.
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La charla concluyó y yo quedé inmensamente agradecida por haberla presenciado. Entendí demasiadas cosas, tal vez más de las que se me pegaron en los 5 años de carrera y tuve la oportunidad de comprobar que Edgar y Marthis no solo son excelentes personas sino profesionistas comprometidos con los intereses de sus clientes. ¡Ah! también agradecí el no tener que dedicarme al litigio. Tal vez lo que más me ha costado en mis 31 años de vida es aprender a perder el miedo de hacer lo que me gusta hacer y de ser quien siempre quise ser, y yo siempre quise meterme en todo y conocer el porqué de todo, pa`que más que la verdá!!!
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Nota del editor: La canción que titula el post no tiene nada que ver con el contenido, pero la recordé porque en tiempos obscuros fue como que una lucecita de que las cosas estarían bien.
Otra nota del editor: Ya sé que se pueden adjuntar los videos (jijiji) pero luego no puedo abrir el Blog en el banco naboso.

2 comentarios:

Azael Cruz dijo...

Montse, está muy padre tu post. La verdad yo me sentiría de seguro más desconcertado que tu en la charla pues aunque también compartí con ustedes las aulas yo poco toqué la abogacía. La vocación llama y la mía siempre fue la docencia. Gracias por recordarme viejos tiempos y felicidades a ti por el sincero reconocimiento a estos grandes amigos de nuestra época de universitarios.

Montserrat dijo...

Hola Azael.

Tienes razón en eso de que la vocación llama, pero creo que si hubieras querido, también habrías sido un excelente abogado, pues eres alguien justo, compasivo e inteligente y eso es lo que se necesita para ser un profesional del derecho, que haya gente por ahí escudándose en una cédula profesional y desvirtuando el deber ser jurídico, es otro boleto. Y como quiera!!! (y para fortuna de los que compartimos clase contigo) que bueno que entraste a la escuela de leyes, que terminaste la carrera y que que coincidiste conmigo y con muchas personas más siempre es invaluable encontrar personas como tú.

Bendiciones!