Caleidoscopios

Pocos días tan conflictivos como el catorce de febrero. Mi eme-cerebro odia el rojo-encorazonado-enchocolatado del San Valentín. Mi eme-corazón -que es un cursi closetero reconocido- se alegra al respirar el amor que impregna el ambiente. Si la celebración es falsa, verdadera, comercial, impuesta o elegida, es porque cada uno de nosotros la categoriza donde mejor le acomoda.

.

Sin embargo, la fecha es propicia para recordar y agradecer a quienes acompañan nuestras andanzas. Los humanos no somos unitarios y transparentes, somos caleidoscopios con múltiples espejos. Cada amigo tiene un efecto mágico que nos hace descubrir imágenes aletargadas, a la espera de ser proyectadas. La amistad nos transforma, nos reinventa, nos confirma y nos descarta en el más puro experimento espriritual. Soy consciente. La felicidad sería diminuta si no contara con inmensos seres que me escuchan, me respetan y me aman aún sin que nos unan vínculos sanguíneos.

.

Por todos los amigos que he tenido y por los que tendré, festejo la existencia del catorce de febrero. Gracias a cada uno de ustedes por enseñarme a ver a través del caleidoscopio que soy. Gracias por contradecir mi teoría de que nada es para siempre. La amistad -conjunción de almas- es una de las poquísimas bendiciones que traspasan el tiempo.

.

Nota del autor para Edgar: El viernes, mientras el padre me preguntaba acerca de tu próximo matrimonio, reflexionaba que ya tenemos más de 15 años de compartir existencias. Gracias especiales por las útlimas pláticas de los últimos años. Tener un amigo como tú, no tiene precio. (Para todo lo demás existen -bendito sea el Dios- los bancos nabosos! )