Después de los 30

Desde hace varios años padezco una alergia a los cambios de clima que se manifiesta en mi canal auditivo izquierdo. El resultado es un dolor intermitente que va del tímpano a la angina y como involucra al oído, me provoca mareos y cansancio. Comenzó el lunes con los avisos del descenso en la temperatura y se incrementó el viernes, volviéndose insoportable. Ayer fui a consultar y todo es causado por la estúpida alergia, me dieron medicinas para el dolor y desinflamantes, pero en esta ocasión siento que no han sido suficientes, porque el solo hecho de pasar saliva o escuchar un ruido agudo me estremece.

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Platicaba con la doctora y le comentaba que cada vez es más intenso el dolor, que si eso es porque me estoy quedando sorda, o porque el umbral del dolor es más bajo o porqué gomitas y ella me dijo que es por la edad, ya que después de los 30, se incrementan los padecimientos ¡¡Desgraciada!! Luego de sonreír hipocritamente y salir de la consulta pensé que tiene razón. La edad es un referente poderoso, este año he subido 5 kilos que no he podido bajar con la rápidez de antes. Nada ha funcionado para perder peso y, casi desahuciada, entendí que hay que cambiar la alimentación, así que desde la semana pasada, dejé los refrescos, los dulces, papitas y panes que literalmente tragaba entre comidas y comencé a preparar los alimentos. ¿El resultado? Un kilo menos. Poco, comparado con mis dietas de antes de los 30, mucho, atendiendo a la creación de un hábito para comer bien.

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Estos 31 también he discutido más con mi jefe y me he vuelto más antisocial. Creo que la edad nos hace más intolerantes o más fuertes, no sé, el hecho es que ya no me quedo callada ante las situaciones que me parecen abusonas y que me alejo de las personas tóxicas que se la pasan criticando o diciendo cosas sin sentido. En la oficina deben pensar que soy una sangrona, pero la verdad, creo que la edad hace que uno le de más peso a lo que uno piensa de sí mismo, que a lo que los demás crean. Procuro trabajar 8 horas, no ir sábados ni domingos y no angustiarme tanto. Sin pena alguna he cambiado reuniones laborales por juntas en la escuela de mis hijas y por idas al médico. La liquidación laboral ha dejado de ser un mounstruo al que le temía, para ser una situación que considero, digo, ojalá y no llegue, pero si llega, ni modo, a buscar otros lares ¿que más?

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Asimismo, la edad le ha puesto un freno a las palabras innecesarias, le ha dado mayor valor a las amistades y la familia y me ha hecho un poco más consciente de la persona que busco ser.

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Ni hablar de mi relación con la religión y la espiritualidad, también agradezco que después de los 30 he encontrado el tiempo para detenerme y darme cuenta de que lo importante está en el espiritu y que éste es como un puño de arcilla que hay que moldear.

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Ya no le sigo, porque el dolor del oído no me deja, pero a pesar de los kilos y los achaques betabelosos, siento que es maravilloso vivir y madurar. Ojalá que pueda seguir envejeciendo para quejarme y pensar más, para acuñar más recuerdos y aprendizaje y para continuar atestiguando el crecimiento de mis hijitas. Por cierto, feliz día de los abuelitos (¡atrasadito!). Si hay algún abuelito lector -además de Rosy y mi papá- reciban reconocimiento, amor, besos y bendiciones en bonche por siempre.